Devocional Diario: Vuelvan a la fortaleza, todos ustedes prisioneros con...

“¡Vuelvan a la fortaleza, prisioneros de la esperanza! Hoy mismo les anuncio que les devolveré el doble de lo que perdieron” (Zacarías 9:12).

Es verdad: los límites que Dios establece en nuestra vida pueden, a veces, parecer pruebas en sí mismos. Nos confrontan, restringen nuestros impulsos y nos obligan a mirar con más atención el camino delante de nosotros. Pero esos límites no son una carga, sino guías dadas por amor. Eliminan distracciones peligrosas, protegen nuestra alma y señalan claramente lo que realmente importa. Cuando obedecemos a Dios dentro de los límites que Él ha trazado, descubrimos algo poderoso: somos felices no solo por saber, sino por hacer lo que Él nos ha enseñado.

Dios ya ha determinado, con perfecta sabiduría, el camino que nos conduce a la verdadera felicidad, no solo en esta vida, sino principalmente en la eternidad. Ese camino es la obediencia a Su poderosa Ley. Él no nos obliga a caminar por él, porque el Padre no desea siervos programados, sino hijos voluntarios. La obediencia solo tiene valor cuando nace del deseo sincero de agradar a Dios. Y es ese corazón obediente el que el Señor honra, conduciéndolo a Jesús, para que reciba bendiciones, liberación y, sobre todo, salvación.

Entonces, la elección está delante de nosotros. Dios ha trazado el camino. Nos ha mostrado la verdad por medio de Sus profetas y de Su Hijo. Ahora nos corresponde decidir: ¿obedeceremos con alegría? ¿Dejaremos que los límites del Señor moldeen nuestros pasos? La respuesta revelará la dirección de nuestra vida y nuestro destino eterno. -Adaptado de John Hamilton Thom. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre amoroso, te agradezco por los límites que el Señor pone delante de mí. Incluso cuando parecen difíciles, sé que son expresiones de Tu cuidado. No están allí para encarcelarme, sino para protegerme y guiarme. Enséñame a mirarlos con gratitud y a reconocerlos como parte de Tu sabiduría.

Señor, dame un corazón que desee obedecer por amor, no por obligación. Sé que el camino de Tu poderosa Ley es el camino de la vida, de la paz y de la verdadera alegría. Que nunca desprecie Tus mandamientos, sino que los abrace con fidelidad, sabiendo que en ellos está el secreto para una vida bendecida y para la salvación en Cristo Jesús.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por trazar un camino claro para los que te temen. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una cerca de oro que protege el campo de la obediencia, donde florecen la paz y la esperanza. Tus mandamientos son como señales brillantes al borde del camino, conduciendo al justo hasta Tu corazón eterno. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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