Devocional Diario: "Y oí una voz del cielo que decía: ‘Bienaventurados los que guardan...

"Y oí una voz del cielo que decía: ‘Bienaventurados los que guardan los mandamientos de Dios’" (Apocalipsis 14:13).

No es exagerado decir que muchos siervos ya han sido testigos del regreso de incontables hermanos que se habían desviado. Y siempre que estos regresan, confiesan la misma verdad: apartarse del Señor es algo amargo y destructivo. Ningún verdadero conocedor de Dios puede abandonar el camino de la fidelidad sin sentir el peso de esa elección. El corazón sabe que salió de la luz para entrar en sombras, y por eso tantos vuelven quebrantados. Hay pasajes de las Escrituras que Dios usa repetidas veces para despertar esas almas, recordándoles el lugar donde deben estar.

Y ese regreso solo ocurre porque el alma percibe que se ha desviado de la magnífica Ley de Dios. La distancia del Señor siempre comienza con la desobediencia, y el camino de regreso es siempre por la obediencia. Todos los profetas, apóstoles y discípulos lo sabían: Dios solo revela Sus planes a los obedientes, y solo estos son enviados al Hijo. El desviado siente amargura precisamente porque abandonó la ruta segura. Pero cuando vuelve a obedecer, siente nuevamente la vida fluyendo dentro de sí.

Por eso, afianza tu corazón en la fidelidad antes de que ocurra el desvío. Quien permanece en los mandamientos no prueba el dolor amargo del retroceso, sino que vive en la alegría luminosa de quien camina cerca del Padre. Y si algún día resbalas, vuelve inmediatamente — el camino de la obediencia siempre estará abierto para restaurar tu alma. Adaptado de D. L. Moody. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre amado, guarda mi corazón para que nunca me aparte de Tus caminos. Enséñame a discernir rápidamente cuando mis pasos comiencen a vacilar.

Dios mío, fortaléceme para permanecer fiel a Tus mandamientos, pues sé que en ellos encuentro seguridad. Que mi corazón nunca desee caminos que me alejen de Tu voluntad.

Oh, Señor amado, te agradezco porque la obediencia siempre abre la puerta del regreso y de la restauración. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el refugio que rescata al desviado. Tus mandamientos son el camino firme que quiero seguir para siempre. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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