Devocional Diario: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda en mi presencia...

“Yo soy el Dios Todopoderoso; anda en mi presencia y sé perfecto” (Génesis 17:1).

Es impresionante observar lo que sucede con un alma que se consagra verdaderamente al Señor. Aunque el proceso lleve tiempo, las transformaciones son profundas y hermosas. Cuando alguien se dedica a vivir en fidelidad a Dios, con el deseo sincero de agradarle, algo comienza a cambiar por dentro. La presencia de Dios se vuelve más constante, más viva, y las virtudes espirituales empiezan a brotar como flores en un suelo fértil. No se trata de un esfuerzo vacío, sino del fruto natural de una vida que ha decidido seguir el camino de la obediencia.

El secreto de esta transformación está en una decisión fundamental: obedecer la poderosa Ley del Creador. Cuando un alma elige vivir de acuerdo con los mandamientos entregados por Dios a través de Sus profetas, se vuelve maleable en las manos del Alfarero. Es como barro en las manos del Creador, listo para ser moldeado en un vaso de honra. La obediencia genera sensibilidad, humildad, firmeza, y abre el corazón para ser transformado por la verdad. El alma obediente no solo crece — florece.

¿Y qué produce esta obediencia? Bendiciones reales, liberaciones visibles y, sobre todo, la salvación a través del Hijo de Dios. No hay pérdida en este camino — solo hay ganancia. Lo que Dios reserva para los que le obedecen es mayor que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer. Por eso, no dudes: toma hoy la decisión de ser un hijo obediente. Porque cuando nos entregamos a la voluntad de Dios, descubrimos que es exactamente allí donde está la verdadera vida. -Adaptado de Hannah Whitall Smith. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre querido, te agradezco porque cada alma que te busca con sinceridad es transformada por Ti. Yo quiero ser esa alma, consagrada, obediente, dispuesta a vivir no según mis sentimientos, sino según Tu verdad. Que Tu presencia moldee en mí todo aquello que te agrada.

Señor, me entrego como barro en Tus manos. No quiero resistir a Tu voluntad, sino dejarme formar y transformar a través de la obediencia a Tu poderosa Ley. Que Tus santos mandamientos, entregados por los profetas, se conviertan en mi guía diaria, mi alegría y mi protección. Llévame a la madurez espiritual, para que viva como vaso de honra delante de Ti.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque eres fiel para recompensar a los que te obedecen. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un río de santidad que lava y moldea el alma con paciencia y amor. Tus mandamientos son como semillas eternas que, plantadas en un corazón sincero, florecen en virtudes y vida eterna. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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