La Ley de Dios: Devocional Diario: Para que tengamos una vida de paz y tranquilidad (1...

“Para que tengamos una vida de paz y tranquilidad” (1 Timoteo 2:2).

Cada mañana, elige comenzar el día con la decisión de mantener la paz en el corazón. Prepara tu mente con calma y tu alma con confianza en Dios. A lo largo del día, cuando las situaciones intenten robar esa paz, vuelve tu atención al propósito que has establecido. Si caes, no te desesperes. En lugar de eso, reconoce lo ocurrido, humíllate con dulzura ante el Señor y busca, con serenidad, reencontrar tu estabilidad interior. Dite a ti mismo: “Está bien, me equivoqué, pero me levantaré y seré más vigilante de ahora en adelante.”

Quien camina en obediencia a la poderosa Ley de Dios no está exento de fallas. Incluso los grandes hombres y mujeres de la Biblia tropezaron. Pero hay una diferencia esencial: el justo se levanta. Sabe que la sangre del Cordero es suficiente para lavarlo y fortalecerlo. Continúa el camino, aprendiendo de los errores y confiando en la misericordia divina. Es ese espíritu humilde y determinado el que lo mantiene firme en el camino de la salvación y la comunión con Dios.

Ahora, para quien conoce la Ley de Dios y decide ignorarla, la situación es muy diferente. Esa elección cierra puertas e impide la acción del Señor. Por eso, es esencial mantener el corazón alineado con la voluntad de Dios y atento a Su Ley. Solo así tendremos acceso real al Reino, experimentando la verdadera paz, la liberación que transforma y el perdón que restaura. Todo comienza con la decisión de obedecer — y Dios honra a quien elige andar por ese camino. -Adaptado de F. de Sales. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, Te agradezco por darme un día más y por recordarme que la paz comienza con una elección. Esta mañana, decido preparar mi mente con calma y mi corazón con confianza en Ti. Cuando tropiece, ayúdame a no desesperarme, sino a humillarme ante Ti con dulzura, reconociendo mis fallas y buscando reencontrar el equilibrio en Tu presencia.

Mi Padre, hoy Te pido que me des un corazón vigilante, sensible a Tu voz y listo para obedecer Tu Ley. Sé que incluso los justos fallan, pero lo que los diferencia es que se levantan con humildad y aprenden de los tropiezos. Que ese también sea mi espíritu — humilde, perseverante y totalmente dependiente de Tu perdón y Tu misericordia.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque no escondes de mí el camino de la vida, sino que lo revelas con amor a través de Tu santa Ley. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como el cimiento firme que sostiene mi día, incluso cuando todo a mi alrededor vacila. Tus mandamientos son como un faro constante, guiando mis pasos hacia la paz que libera y al perdón que transforma. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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