“Si son fieles en las cosas pequeñas, también lo serán en las grandes” (Lucas 16:10).
No es solo en las grandes pruebas o momentos decisivos que somos llamados a obedecer la voluntad de Dios. De hecho, la mayoría de nuestras oportunidades de fidelidad están en las pequeñas elecciones del día a día. Es en esos detalles simples donde mostramos a Dios que lo amamos. El crecimiento espiritual ocurre, muchas veces, de manera silenciosa, a través de esos pequeños actos de obediencia que, sumados, construyen una vida firme y bendecida.
Los grandes hombres y mujeres de la fe, que admiramos en las Escrituras, tenían algo en común: todos eran fieles a Dios. Todos encontraban alegría en obedecer la poderosa Ley del Señor. Su obediencia era un reflejo del amor que sentían por Dios. Y es esa misma obediencia la que trae bendiciones, liberación y salvación — no se trata de hechos extraordinarios, sino de actitudes simples y posibles, accesibles a todos nosotros. Dios nunca exigió nada que los seres humanos no pudieran cumplir.
Desafortunadamente, muchos cristianos hoy están perdiendo bendiciones preciosas porque rechazan, sin justificación, obedecer al Creador. Cambian la fidelidad por conveniencia, y la verdad por excusas. Pero quien ama a Dios de verdad, demuestra ese amor con acciones. Y la mayor prueba de amor es la obediencia. El Padre sigue listo para bendecir, liberar y salvar, pero esas promesas son para los que deciden andar en Sus caminos con humildad y compromiso. La elección es nuestra — y la recompensa, también. -Adaptado de Anne Sophie Swetchine. Hasta mañana, si el Señor nos permite.
Ora conmigo: Querido Dios, Te agradezco por recordarme que la fidelidad a Ti no se muestra solo en los grandes momentos, sino principalmente en las pequeñas elecciones del día a día. Cada gesto simple de obediencia. Gracias por darme tantas oportunidades silenciosas para crecer espiritualmente y edificar una vida firmada en Ti, a través de Tu poderosa y justa voluntad.
Mi Padre, hoy Te pido que despiertes en mí ese corazón fiel que tantos de Tus siervos demostraron en las Escrituras. Ellos no fueron grandes por sí mismos, sino porque eligieron obedecerte con sinceridad y amor. Enséñame a ver la obediencia no como una carga, sino como una prueba viva de mi amor por Ti. Que no cambie la verdad por conveniencias, ni justifique la desobediencia con excusas. Quiero ser hallado fiel, incluso en los detalles más simples de mi rutina.
Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque Tú eres un Padre que se alegra con la fidelidad de Tus hijos. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un sendero firme en medio del desierto, que guía mis pasos con seguridad y sabiduría. Tus mandamientos son como pequeñas semillas de vida plantadas en cada decisión, generando frutos de paz, bendición y salvación. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.