
La verdadera razón por la que tantos gentiles rechazan las leyes de Dios es que las consideran una molestia. Para ellos, es mucho más cómodo vivir sin restricciones, haciendo lo que les gusta. La falsa doctrina del “favor inmerecido” elimina esa molestia, sugiriendo que, como Dios salva a los que no merecen, obedecer a los mandamientos es irrelevante. Incluso llegan a creer que aquellos que se esfuerzan por obedecer se están condenando al lago de fuego. El problema es que ni los profetas de Dios ni Jesús enseñaron algo tan absurdo. Jesús nos enseñó que es el Padre quien nos envía al Hijo, y el Padre solo envía a aquellos que siguen las leyes que Él dio a la nación separada para Sí con un pacto eterno. Dios no envía rebeldes a Su Hijo. | “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios [Antiguo Testamento] y la practican.” Lucas 8:21
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