
Ningún gentil será salvo porque no lo merecía, sino porque agradó a Dios en su vida, como Abraham, Enoc, Noé, Moisés, David, José, María y los apóstoles. La doctrina falsa del “favor inmerecido” no tiene apoyo en el Antiguo Testamento ni en las palabras de Jesús en los Evangelios. El merecimiento es algo que pertenece a Dios, que sondea los corazones y decide por Sí mismo si alguien merece o no. Jesús nos enseñó que es el Padre quien nos envía al Hijo, y el Padre solo envía a aquellos que siguen las leyes que Él dio a la nación separada para Sí con un pacto perpetuo. Dios nos observa y, al ver nuestra obediencia, incluso frente a las oposiciones, nos une a Israel y nos conduce a Jesús. Ese plan de salvación tiene sentido porque es verdadero. | “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios [Antiguo Testamento] y la obedecen.” Lucas 11:28
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