Alrededor de dos mil años antes del nacimiento de Jesús, Dios eligió a Abrahán, a sus descendientes y a los gentiles que vivían con ellos, formando, a partir de este grupo, una nación para Sí, y los bendijo con el pacto perpetuo de la circuncisión, prometiendo nunca abandonarlos. Jesús y Sus apóstoles provenían de este linaje, y fue claro que el Padre Lo envió para este mismo grupo: los judíos y los gentiles que forman parte de Israel. Así como siempre ha sido, nosotros, los gentiles, alcanzamos la salvación al unirnos a este pueblo, obedeciendo las mismas leyes que Dios les dio. Haciendo esto, el Padre nos envía al Hijo para perdón y salvación. Este es el plan de salvación que tiene sentido, porque es el verdadero. | El gentil que se una al Señor, para servirle, siendo de este modo su siervo... y que se mantenga firme en mi pacto, también lo llevaré a mi santo monte. (Isaías 56:6-7).

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