
En ninguna parte del Antiguo Testamento o en las palabras de Jesús en los evangelios está escrito que los hombres solo necesitaban obedecer la Ley de Dios hasta que el Mesías fuera enviado y muriera por los pecados, como enseñan algunas iglesias. Lo que califica a un alma para recibir el beneficio del sacrificio de Cristo es precisamente la búsqueda de obedecer la Ley de Dios. Sin esto, no habría criterio, y todas las almas serían salvadas. Lo que Jesús enseñó es que es el Padre quien nos envía al Hijo. Y el Padre solo envía a quien sigue las mismas leyes dadas a la nación que Él separó para Sí con un pacto perpetuo. Dios nos observa y al ver nuestra obediencia, incluso frente a las oposiciones, nos une a Israel y nos entrega a Jesús. | “Nadie puede venir a mí si el Padre, que me envió, no lo trae; y yo lo resucitaré en el último día.” Juan 6:44.
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