Devocional Diario: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo...

"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste da mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer" (Juan 15:5).

Cuando Santiago nos exhorta a recibir con mansedumbre la palabra implantada, habla de un proceso vivo, semejante al injerto de una planta. Así como la rama se une al tronco y comienza a recibir de él la savia, también el corazón quebrantado que acoge el testimonio de Cristo pasa a ser alimentado por la vida que viene de Dios. Esta unión crea una comunión profunda y verdadera, en la cual el alma comienza a florecer espiritualmente, produciendo obras que revelan la presencia del Señor.

Esta conexión vital se fortalece cuando vivimos en obediencia a los magníficos mandamientos del Altísimo. La obediencia es el canal por donde fluye la savia divina — es ella la que mantiene el injerto firme, nutrido y fructífero. La vida que viene del Padre se manifiesta entonces en esperanza, santidad y acciones que glorifican Su nombre.

Así, recibe con humildad la Palabra que el Señor planta en tu corazón. Permite que ella se una a tu vida y produzca frutos dignos de la comunión con Dios. El Padre hace prosperar a aquellos que permanecen ligados a Su voluntad y los conduce al Hijo, donde la verdadera vida crece y florece para siempre. Adaptado de J.C. Philpot. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre amado, te alabo porque me injertas en Ti por medio de Tu Palabra viva. Haz fluir en mí la savia de Tu Espíritu para que yo produzca frutos dignos de Tu nombre.

Señor, ayúdame a vivir según Tus magníficos mandamientos, manteniéndome unido a Ti, firme y fructífero en toda buena obra.

Oh, Dios querido, te agradezco porque me haces parte de Tu vid eterna. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el tronco que sostiene mi fe. Tus mandamientos son la savia que da vida y hace florecer mi corazón. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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