"El Señor es bueno para todos, y Sus misericordias están sobre todas Sus obras" (Salmos 145:9).
No todo lo que deseamos es, de hecho, bueno para nosotros. Muchas veces pedimos cosas que, a nuestros ojos, parecen bendiciones, pero que nos traerían tristeza, tropiezo o incluso destrucción. Por eso, cuando Dios niega una petición, eso no es señal de rechazo — es señal de amor. El mismo amor que lo lleva a conceder lo que es bueno, lo mueve también a rechazar lo que es nocivo. Si nuestros deseos fueran atendidos sin filtro, nuestra vida se llenaría de consecuencias amargas.
La maravillosa Ley de Dios es el filtro perfecto para nuestros anhelos. Ella nos enseña lo que debemos buscar y lo que debemos evitar. Los sublimes mandamientos entregados a los profetas del Antiguo Testamento y a Jesús moldean nuestros deseos y afinan nuestra voluntad con la del Padre. Al obedecer, aprendemos a confiar, incluso en las negativas, y entendemos que el silencio de Dios es, muchas veces, Su voz más amorosa.
Confía en el Señor, incluso cuando Él dice “no”. El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. Deja que los extraordinarios mandamientos del Altísimo guíen tus peticiones y deseos. Obedecer nos trae bendiciones, liberación y salvación — y nos prepara para agradecer tanto por las puertas que Él abre como por las que Él cierra. -Adaptado de Henry Edward Manning. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amoroso, ayúdame a confiar en Ti no solo cuando recibo lo que pido, sino también cuando Tú, en Tu sabiduría, decides negar.
Enséñame a alinear mis deseos con Tus magníficos mandamientos. Que Tu Ley me moldee por completo, para que yo desee solamente aquello que Te agrada.
Oh, mi Dios, te agradezco porque me amas tanto que incluso Tus negativas son protección para mí. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un filtro divino que purifica mis peticiones. Tus mandamientos son como muros seguros que impiden que mi alma corra tras lo que me haría mal. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.