“ustedes también están siendo utilizados como piedras vivas en la edificación de una casa espiritual para ser sacerdocio santo” (1 Pedro 2:5).
Dondequiera que Dios lleve nuestras almas después de dejar estos cuerpos frágiles, allí también estaremos dentro del mismo gran templo. Ese templo no pertenece solo a la Tierra — es más grande que nuestro mundo. Es la casa sagrada que abarca todos los lugares donde Dios está presente. Y como no hay fin para el universo donde Dios reina, tampoco hay límites para ese templo vivo.
Ese templo no está hecho de piedras, sino de vidas que obedecen al Creador. Es un proyecto eterno, que está siendo formado paso a paso, hasta que todo refleje perfectamente quién es Dios. Cuando un alma aprende a obedecer con sinceridad, se encaja en esa gran construcción espiritual. Y cuanto más obedece, más se convierte en una expresión viva de la voluntad del Señor.
Por eso, el alma que desea formar parte de ese plan eterno necesita someterse a Su poderosa Ley, seguir Sus mandamientos con fe y dedicación. Así es como la creación será, al final, un reflejo puro de Su gloria. -Adaptado de Phillips Brooks. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Señor Dios, sé que mi cuerpo es frágil y pasajero, pero el alma que Tú me diste pertenece a algo mucho mayor. Te agradezco porque preparaste un lugar más allá de este mundo, donde Tu presencia lo llena todo, y donde los que Te obedecen viven en paz y alegría. Enséñame a valorar esa esperanza eterna.
Quiero formar parte, oh Padre, de Tu templo vivo — no solo en el futuro, sino ya aquí y ahora. Dame un corazón sumiso, que desee agradarte por encima de todo. Que mi obediencia sea sincera y constante. Moldéame para que sea útil en la obra que estás formando.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por incluirme en ese plan eterno, aun siendo pequeño e imperfecto. Me has llamado para algo que va más allá del tiempo, más allá de los mundos, más allá de mí. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como el fundamento firme de ese templo invisible y glorioso. Tus mandamientos son como columnas vivas que sostienen la verdad y reflejan Tu santidad. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.