La Ley de Dios: Devocional Diario: El Señor es bueno, es fortaleza en el día de la...

“El Señor es bueno, es fortaleza en el día de la angustia y conoce a los que en él se refugian” (Nahúm 1:7).

¿Cómo se santifica nuestra voluntad? Cuando decidimos, con sinceridad, alinear cada deseo, cada plan, cada intención a la voluntad de Dios. Esto significa querer solo lo que Él quiere y rechazar con firmeza todo aquello que Él no desea. Es una elección diaria e intencional de unir nuestra voluntad limitada y débil a la voluntad poderosa y perfecta del Creador, que siempre cumple lo que determina. Cuando esta unión ocurre, nuestra alma encuentra descanso, porque nada más nos afecta fuera de lo que Dios mismo permitió.

Muchos piensan que la voluntad de Dios es un misterio inaccesible, difícil de comprender. Pero la verdad es que ya ha sido revelada con claridad en las Escrituras, por medio de la Ley de Dios anunciada por los profetas y confirmada por Jesús. La voluntad de Dios está escrita, visible, concreta. Quien quiera conocer la voluntad del Padre solo necesita volverse hacia Su Ley, obedecer con fe y caminar con humildad. No hay secretos — hay dirección, hay luz, hay verdad.

Cuando entregamos nuestros deseos y planes a la voluntad de Dios, comenzamos a experimentar algo que va más allá de la lógica humana: la fuerza y la sabiduría divinas fluyen en nosotros. El alma se fortalece. Las decisiones se vuelven más acertadas. La paz se instala. Estar dentro de la voluntad de Dios es vivir en el centro del propósito eterno — y no existe lugar más seguro, más sabio y más bendecido que ese. -Adaptado de François Mothe-Fénelon. Hasta mañana, si el Señor nos permite.

Ora conmigo: Querido Dios, Te agradezco por mostrarme que la santificación de mi voluntad comienza con una decisión sincera de alinearme completamente a la Tuya. Qué privilegio es poder renunciar a mis propios deseos para abrazar lo que Tú quieres para mí. Tú no eres un Dios distante — eres un Padre amoroso que revela con claridad el camino correcto a través de Tu Palabra.

Mi Padre, hoy Te pido que me ayudes a unir mi voluntad frágil a Tu voluntad perfecta. Que no me deje engañar por pensamientos confusos o por la idea de que Tu voluntad es inalcanzable. Ya la has revelado por medio de Tu santa Ley, confirmada por Tu amado Hijo. Enséñame a obedecer con fe, a caminar con humildad y a confiar en que Tú siempre cumples lo que determinas.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque elegiste revelar Tu voluntad con amor y claridad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una llama pura que consume todo egoísmo y purifica los deseos del alma. Tus mandamientos son como brújulas fieles, apuntando con firmeza hacia el centro de Tu voluntad, donde habita la paz, la fuerza y la verdadera sabiduría. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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