
Si la doctrina del “favor inmerecido” viniera de Dios, Jesús nos habría enseñado todo sobre ella, porque Él enseñó todo lo que el Padre le ordenó. Habría dicho que basta con creer para ser salvos, sin necesidad de obedecer las leyes de su Padre, como enseña esta doctrina. Las advertencias del Sermón del Monte no tendrían sentido, como la alerta de que mirar con deseo ya es adulterio, o que odiar a alguien es como matar; que tenemos que perdonar para ser perdonados, y otras más. La verdad, sin embargo, es que Jesús no enseñó esta doctrina, ni delegó a nadie la tarea de enseñarla después de Él. La salvación es individual. No sigas a la mayoría solo porque son muchos. Obedece mientras estás vivo. | “La palabra que he predicado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mí mismo; pero el Padre, que me envió, Él me dio orden sobre lo que decir y cómo hablar.” Juan 12:48-49
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