“Abraham fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:23).
¿Ser llamado "amigo de Dios"? Mira la vida de este hombre y percibe una verdad innegociable: Abraham no alcanzó este título por casualidad o por mera buena voluntad. Creció en la fe, sí, pero esa fe fue probada y moldeada a través de una confianza absoluta en Dios. No te engañes: Dios no acepta atajos. No espera que saltes etapas o llegues a la cima de la noche a la mañana, pero exige que camines paso a paso en el camino que Él trazó. No hay otro modo de crecer en la fe que no sea confiando plenamente en el Señor y en Su propósito perfecto.
Ahora, detente y reflexiona sobre los desafíos que Abraham enfrentó. No se convirtió en el "Padre de la Fe" por causa de sentimientos bonitos o promesas vacías. Fue probado hasta el límite, y la prueba máxima vino cuando Dios dijo: "Toma a tu hijo, tu único hijo, al que amas". Subir el monte Moriah no fue una elección emocional, fue un acto de fe inquebrantable. Incluso con el corazón destrozado, Abraham siguió adelante, porque sabía que agradar a Dios exige más que palabras — exige obediencia total a Su voluntad. No te dejes engañar: las joyas más preciosas son talladas con precisión, y el oro más puro es probado en el fuego más intenso. Dios usa las pruebas para revelar quién realmente está dispuesto a confiar en Él, sin vacilación o excusas.
La fe verdadera exige acción, y punto. No hay espacio para negociaciones o justificaciones cuando se trata de seguir a Dios. Abraham no negoció, no cuestionó, no intentó adaptar los planes de Dios a su propio entendimiento. Confió y obedeció, porque sabía que la obediencia a la Ley de Dios es el único camino hacia una intimidad real con el Creador. ¿Quieres ser amigo de Dios? ¿Quieres una fe que resista cualquier prueba? Entonces, obedece los mandamientos del Señor, sin vacilar, sin compromisos. Toma la Palabra de Dios y vive cada ordenanza, cada instrucción, con determinación absoluta. No hay otra opción para quien desea caminar con Dios. -Adaptado de Lettie B. Cowman. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que ser llamado Tu amigo no es un título dado al azar, sino algo conquistado mediante la fe y la obediencia. Sé que Abraham no fue reconocido como Tu amigo solo por palabras, sino porque confió en Ti sin reservas y siguió cada instrucción que le diste. Quiero aprender de él y crecer en la fe, caminando paso a paso en el camino que trazaste para mí, sin atajos, sin excusas, solo confiando plenamente en Tu voluntad.
Mi Padre, hoy Te pido que me fortalezcas para enfrentar las pruebas sin vacilar. Sé que la fe verdadera no es teórica, sino práctica, y que el oro puro solo se revela a través del fuego. No quiero ser alguien que solo habla de fe, sino alguien que actúa con obediencia total, incluso cuando los desafíos sean grandes. Dame un corazón resuelto, capaz de decir "sí" a Ti en todas las circunstancias, sin intentar adaptar Tu voluntad a mi propio entendimiento.
Oh, Dios Santísimo, Te adoro y Te alabo porque elegiste caminar con aquellos que Te obedecen. Sé que no hay amistad Contigo sin sumisión total a Tu Ley, y por eso, quiero vivir cada mandamiento Tuyo con celo y determinación. Gracias porque me guías en el camino de la fe y porque Tu presencia es el mayor tesoro que puedo tener. Que mi vida refleje esa amistad verdadera, basada no solo en palabras, sino en una obediencia inquebrantable. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una querida madre, que siempre me alimenta de fuerza y fe. Amo Tus mandamientos, pues son el maná que sostiene mi corazón hambriento. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.