“Al oír esto, el joven se fue triste, porque tenía muchas riquezas” (Mateo 19:22).
¿Qué significa entregarse verdaderamente al Señor, como aquel joven rico que encontramos en la Biblia? Él estaba dispuesto a consagrar una parte, a santificar el centímetro, pero cuando Jesús pidió el metro entero, retrocedió. Y aquí está el peligro que acecha a cada uno de nosotros: pensamos que podemos darle a Dios casi todo, pero reservamos algunas áreas para nosotros mismos. Entregamos la casa, pero marcamos ciertos cuartos como “privados”. Es como el pastor que confesó que su vida cristiana fue perjudicada porque, del llavero que le dio al Señor, retuvo una llave. Una llave puede parecer poco, pero hace toda la diferencia.
Ahora, mira a los grandes nombres de las Escrituras — Abraham, David, María. ¿Qué tenían en común? No guardaron reservas. Obedecieron a Dios sin retener nada para sí mismos, sin decir “hasta aquí llego, pero no más allá”. Y eso es exactamente lo que Dios espera de nosotros. No te engañes: si quieres una relación íntima con Él, no puede ser a medias. Dios no acepta una entrega parcial, un corazón dividido. Él quiere todo — cada centímetro, cada cuarto, cada llave. Y esto puede costar caro, puede significar renunciar a lo que más amas, pero es el único camino para experimentar la plenitud de lo que Dios tiene para ti.
Y aquí está el punto que necesitas entender: una relación bendecida con Dios requiere obediencia firme y permanente. No hay espacio para reservas, para áreas secretas que escondes del Señor. Si quieres caminar verdaderamente con Dios, debes decidir hoy que Él tendrá el control total, cueste lo que cueste. Cuando haces esto, cuando entregas todas las llaves sin retener ninguna, abres la puerta a bendiciones, dirección e intimidad que no tienen precio. Entonces, deja de ofrecer solo una parte y comienza a ofrecer el todo. Así es como vivirás el plan completo que Dios tiene para tu vida. -Adaptado de J. Jowett. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que a menudo me encuentro queriendo entregarte solo una parte de mí, como aquel joven rico que santificó el centímetro, pero retrocedió cuando Tú pediste el metro entero. Confieso que, muchas veces, marco cuartos de mi vida como “privados”, entregándote casi todo, pero reteniendo algunas llaves para mí mismo, pensando que una pequeña reserva no hará diferencia. Hoy, reconozco el peligro de una entrega parcial y cuánto esto perjudica mi relación Contigo, y te pido que me ayudes a renunciar a todo control, confiando que solo en Ti encuentro la plenitud.
Mi Padre, hoy te pido que me des valor para seguir el ejemplo de Abraham, David y María, que obedecieron sin reservas, sin retener nada para sí mismos. Enséñame a no dividir mi corazón, sino a entregar cada centímetro, cada cuarto, cada llave de mi vida a Ti, incluso si eso significa renunciar a lo que más amo. Te pido que me guíes para obedecer a Tu voluntad sin límites, para que pueda experimentar una relación íntima y verdadera Contigo, sin áreas secretas o reservas escondidas, confiando en que Tú quieres lo mejor para mí.
Oh, Dios Santísimo, te adoro y te alabo por prometer bendiciones, dirección e intimidad a aquellos que deciden, con firmeza, entregar todo a Ti, viviendo en obediencia firme y permanente, sin retener nada de vuelta. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es la luz que revela cada rincón oscuro de mi corazón, un fuego purificador que consume mis reservas. Tus mandamientos son puertas abiertas a Tu presencia, una canción de libertad que resuena en mi alma. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.