“Alzo mis ojos hacia los montes y pregunto: ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra” (Salmos 121:1-2).
¿Alguna vez te has sorprendido mirando hacia los "montes" de tu vida y preguntándote: "¿De dónde vendrá mi socorro?" Tal vez tus ojos estén fijos en algo que parece grande, fuerte, poderoso — ya sea el dinero, las personas influyentes, o tu propia fuerza. Sé que es natural querer buscar ayuda en lo que parece sólido. Pero aquí está la verdad: todos esos montes se derretirán como cera ante el Señor de toda la tierra. No sirve de nada confiar en lo que es efímero, en lo que hoy es un monte y mañana un valle. Dios te está diciendo: "Deja de mirar a los lados y mira hacia Mí! Yo soy tu verdadera fuente de socorro, tu fuerza inquebrantable."
Ahora, piensa en lo que esto significa en la práctica. Necesitamos ayuda, sí — para el alma, para el cuerpo, para los desafíos diarios. Pero, ¿de dónde vendrá? No de los grandes de la tierra, no de la riqueza, no de lo que parece impresionante. Todo esto es frágil, temporal. La verdadera ayuda, que nunca falla, viene del Señor, el Creador de los cielos y de la tierra. Y aquí está el detalle que marca la diferencia: esa ayuda, esas bendiciones y protección son seguras para los que son fieles a Él, que eligen vivir de acuerdo con Su voluntad. Confiar en Dios no es solo un sentimiento, es una posición, es decidir que Él es el único en quien depositarás tu esperanza.
Y sabes qué sucede cuando dejas de aferrarte a los "montes" y te apegas a Dios? Experimentas una paz que no se puede explicar, una seguridad que no depende de las circunstancias. Dios prometió suplir tus necesidades aquí en la tierra y llevarte al cielo a través de Jesús, nuestro Salvador. Pero esa promesa es para los siervos fieles, que se mantienen firmes en Su Palabra y obedecen Su Ley. No sirve de nada querer bendiciones sin vivir como Él manda. Entonces, hoy, haz una elección: deja de confiar en lo efímero y decide confiar únicamente en el Señor. Obedece Su Palabra, y verás que el socorro viene del Dios que es mayor que cualquier monte. -Adaptado de H. Müller. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que frecuentemente me pregunto: "¿De dónde vendrá mi socorro?" Confieso que, muchas veces, mis ojos se fijan en lo que parece grande y sólido, en lo que aparenta ser la solución para mis desafíos. Pero hoy reconozco que todos esos montes son frágiles y temporales, listos para derretirse como cera ante Ti, el Señor de toda la tierra. Enséñame a dejar de buscar ayuda en lo que es efímero y a mirar solo hacia Ti, mi verdadera fuente de socorro y mi fuerza inquebrantable.
Mi Padre, hoy te pido que me ayudes a redirigir mi confianza, a apartar mis ojos de lo que es frágil y temporal y a ponerlos en Ti. Dame sabiduría para entender que la verdadera ayuda — para mi alma, mi cuerpo y mis desafíos diarios — no viene de los grandes de este mundo, sino de Ti, que nunca fallas. Te pido que me fortalezcas para hacer la elección de vivir según Tu voluntad, posicionándome como Tu siervo fiel, para que pueda recibir Tus bendiciones y protección. Enséñame a confiar en Ti no solo con sentimientos, sino con acciones firmes de obediencia a Tu poderosa Ley.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por prometerme una paz que no se puede explicar y una seguridad que no depende de las circunstancias, supliendo mis necesidades aquí en la tierra y guiándome al cielo por medio de Jesús, mi esperanza. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el fundamento que sostiene mi esperanza, una llama viva que ilumina mi camino. Tus mandamientos son cuerdas de amor que me atraen hacia Ti, una sinfonía de gracia que resuena en mi alma. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.