La Ley de Dios: Devocional Diario: "Y el pueblo dijo a Josué: Serviremos al Señor, el...

“Y el pueblo dijo a Josué: Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos” (Josué 24:24).

Esta frase que el pueblo le dijo a Josué es hermosa, pero la verdad es que muchos de nosotros pasamos toda la vida diciendo cosas hermosas sin nunca tomar una decisión verdadera. Somos como un jurado que escucha las pruebas, analiza, piensa, pero nunca da el veredicto. Nos quedamos mirando a todos lados, considerando mil opciones, soñando con posibilidades, pero nunca nos posicionamos. Y ¿sabes qué sucede? Vivimos a la deriva, sin dirección, sin un momento de cambio, sin un punto culminante. Mi amiga, mi amigo, la vida no fue hecha para ser una espera eterna por “algo” que nunca llega. Dios te está llamando a decidir, a dejar de vacilar y elegir de una vez por todas vivir para Él.

Ahora, hablemos de lo que sucede cuando no decides. Es como si tu vida se convirtiera en una fuga, una carrera sin sentido, en lugar de una misión poderosa y llena de propósito. ¿Has visto un barco sin timón? Va a donde las olas lo llevan, sin nunca llegar a un puerto seguro. Así es exactamente como vivimos cuando no tomamos una decisión firme de seguir a Dios. Pasamos los días esperando que algo mágico suceda, pero la verdad es que nada cambia mientras tú no cambies. Y aquí está el secreto que puede transformarlo todo: la decisión de obedecer a Dios, cueste lo que cueste, es lo que te pone en tierra firme. Cuando dices “sí” a Dios, con todo tu corazón, no estás solo haciendo una elección — estás abriendo la puerta para que el poder de los cielos entre en tu vida.

Y ¿sabes qué sucede cuando tomas esa decisión? Te vuelves inquebrantable. No estoy hablando de una fuerza humana, sino de un poder sobrenatural que viene directamente de Dios. Cuando decides obedecer la voluntad del Señor, sin medias tintas, sin negociaciones, te conviertes en una persona verdaderamente bendecida y protegida por el Padre y por el Hijo, Jesucristo. Esa decisión lo cambia todo: tu perspectiva, tus prioridades, tu paz. Dejas de ser llevado por las olas de la vida y comienzas a caminar con propósito, con dirección, hacia un destino rico e imponente que Dios ha preparado para ti. Entonces, ¡deja de estar en la cuerda floja! Hoy es el día de decidir servir al Señor y obedecerle de todo corazón. Es esa elección la que traerá poder, protección y bendiciones sin medida a tu vida. -Adaptado de J. Jowett. Hasta mañana, si el Señor nos permite.

Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que a menudo me encuentro declarando intenciones hermosas sobre servirte, afirmando que seguiré tu camino, pero sin nunca dar un paso firme de compromiso. Confieso que, muchas veces, me comporto como alguien que evalúa todas las opciones, pondera infinitas posibilidades y sueña con cambios, pero no llega a una conclusión. Por eso, mi vida termina vagando sin rumbo, como un barco perdido, sin un momento decisivo que marque un cambio. Hoy, reconozco que Tú me llamas a dejar de lado esa hesitación y elegir, de una vez por todas, vivir plenamente para Ti, sin más demoras.

Mi Padre, hoy te pido que me des audacia y determinación para tomar una decisión clara de obedecerte, independientemente del costo. No quiero que mi existencia sea una búsqueda sin dirección, a merced de las circunstancias, como un barco a la deriva en las olas. Enséñame a entregar mi corazón completamente a Ti, para que mi vida se transforme en un viaje con propósito, guiado por Tu poder. Pido que Tu Espíritu me fortalezca, me ponga en terreno sólido y haga de mí un instrumento de Tu plan, trayendo la fuerza de los cielos a mi realidad.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por llamarme a una vida firme e inquebrantable, llena de significado y orientación, donde pueda avanzar confiado hacia el futuro glorioso que has preparado para mí. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es la roca que sostiene mis pasos, una luz radiante que guía mi alma. Tus mandamientos son velas que impulsan mi barco en seguridad, una melodía de fuerza que resuena en mi ser. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



Compartir