“Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de aquellos que aman a Dios, de aquellos que son llamados según su propósito” (Romanos 8:28).
Por la fe, podemos creer que todo —pequeño o grande— está bajo el control de la voluntad santa y amorosa de Dios. Esto incluye los cambios de las estaciones, lo que afecta nuestra mente, cuerpo o bienes, ya sea por la naturaleza pecaminosa del mundo o por la acción del hombre, buena o mala. Todo lo que nos sucede, venga como venga, debemos recibirlo como proveniente de Dios. Aunque sea por negligencia, mala voluntad o enojo de alguien, aún es la voluntad de Dios para nosotros, porque nada, ni la menor cosa, escapa de Su permiso. Si algo pudiera ocurrir fuera de Su control, Él no sería Dios.
Sabiendo esto, necesitamos vivir de una manera que asegure el cuidado constante de Dios en nuestras vidas. Y esto solo viene a través de una obediencia firme a Su Palabra. No hay atajos: los grandes hombres y mujeres de la Biblia, como David, Ester y tantos otros, eran protegidos y bendecidos precisamente porque elegían obedecer al Creador, confiando en que Él gobernaba cada detalle de sus vidas.
Entonces, posiciona hoy: acepta todo como proveniente de las manos de Dios y decide obedecer a Su poderosa Ley. Cuando vives así, no hay circunstancia que te quite la paz, porque sabes que Dios está al mando. Es por la obediencia que garantizas Su protección y bendiciones, demostrando que nada escapa a Su amor soberano. Confía en Él y obedece —esa es la clave para una vida segura en Sus manos. -Adaptado de E. B. Pusey. Hasta mañana, si el Señor nos permite.
Ora conmigo: Querido Dios, frecuentemente me encuentro cuestionando las cosas que me suceden, sean pequeñas o grandes, olvidando que todo está bajo el control de Tu voluntad santa y amorosa. Confieso que, muchas veces, veo las acciones de los hombres o la naturaleza pecaminosa del mundo como separadas de Ti, pero reconozco que nada escapa de Tu permiso. Quiero recibir todo como proveniente de Tus manos, confiando en que eres soberano sobre cada detalle.
Mi Padre, hoy Te pido que me des un corazón que viva de manera que asegure Tu cuidado constante, firme en la obediencia a Tu Palabra, como David, Ester y tantos otros que fueron protegidos y bendecidos por elegir obedecerte. Enséñame a no buscar atajos, sino a confiar en que Tú gobiernas cada aspecto de mi vida, ya sea por negligencia ajena o por Tu acción directa. Te pido que me guíes para aceptar Tu voluntad con fe, sabiendo que nada ocurre fuera de Tu control, porque Tú eres Dios.
Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo por prometer protección y bendiciones a los que obedecen Tu voluntad, demostrando que Tu soberanía y amor abarcan todo, garantizándome seguridad en Tus manos. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el fundamento que sostiene mi confianza, una luz firme que guía mi camino. Estoy literalmente enamorado de Tus hermosos mandamientos. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.