“Y no os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Para quien pertenece a Dios, las cargas de la vida se convierten en bendiciones que recibes con alegría. Cuando tu voluntad se alinea con la de Él, incluso las pruebas más duras se transforman en momentos de crecimiento y felicidad. El propósito divino de Dios rige todo — el universo, los ángeles, el curso de tu vida — y ese orden trae una paz increíble, colocándote en el centro de Su descanso eterno, envuelto en Su amor que nunca falla.
Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” Pero confiar en Dios no es solo pensar bonito — es acción. Abraham no fue aprobado por sus pensamientos, sino por obedecer. La confianza verdadera se muestra cuando vives la Ley de Dios en el día a día, no solo en la mente.
Es esta obediencia la que abre las puertas para bendiciones. Decide alinear tu vida a la voluntad de Dios, obedeciendo a Su poderosa Ley, y verás lluvias de paz y alegría descender sobre ti. En el centro de Su plan, las cargas se convierten en regalos, y Su descanso te sostiene. -Adaptado de H. E. Manning. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, hoy me maravillo con la promesa de que, para quien Te pertenece, las cargas de la vida se convierten en bendiciones que recibo con alegría, cuando mi voluntad se inclina a la Tuya en perfecta armonía. Confieso que, a veces, enfrento pruebas con resistencia, sin ver que Tu propósito divino rige todo — el universo, los ángeles, mi propio camino — trayendo una paz que me coloca en el centro de Tu descanso eterno. Ayúdame a alinear mi corazón al Tuyo, para que incluso los dolores se transformen en crecimiento y felicidad envueltos en Tu amor infalible.
Mi Padre, hoy Te pido que me des la fe activa de Abraham, que no solo confió en Ti con pensamientos, sino que lo demostró obedeciendo. Enséñame que confiar en Ti es vivir Tu Ley en el día a día, mostrando mi confianza en acciones, no solo en palabras bonitas. Te pido que me guíes a obedecer con firmeza, para que experimente la perfecta paz que viene de estar en el centro de Tu voluntad.
Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo por transformar mis cargas en regalos y sostenerme con Tu descanso, derramando lluvias de paz y alegría sobre los que obedecen a Tu voluntad. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es un barco confiable en mi navegar rumbo a la patria eterna. Tus mandamientos son pasos de alegría. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.